Ya no es el mismo olor a vainilla ni el mismo lugar de encuentro. Ahora son miradas a lo lejos de desconocidos que se creen conocidos porque un día intercambiaron abrazos. Ya no la recuerdas por una canción, ni por su mirada, esa que al observarla perdías el sentido sin darte cuenta. Pasaste a recordarla por los recuerdos y no por el hecho de existir. La miras. Te mira, agacha la cabeza y hace una mueca de desprecio. Giras la cabeza y ves de frente a la realidad con el velo que creíste que no hacia falta correr, dejando los recuerdos para un futuro.
Su risa, su piel, su voz, sus besos y abrazos pasan a segundo plano,
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